¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? La popular pregunta rondó en la cabeza de Rosana Decima desde que comenzó a escribir "Loca por los platos", su primer libro de recetas y relatos. ¿El plato tiene una historia o ocurre al revés, hay vivencias que le dan sentido a esa receta que pasa de generación en generación?, se pregunta. Decima entiende que ambas se retroalimentan y es ese juego el que deja un mensaje

«Loca por los platos» es una propuesta diferente: no es un libro de cocina estrictamente de recetas, pero tampoco uno solo de relatos. Los más variados temas dan vida a 16 cuentos y cada capítulo finaliza con una receta. Los relatos se basan en historias reales, pero no son necesariamente autobiográficos. Del origen de la pasión por la cocina, pasando por el primer beso, a la historia de Elías en una hacienda de República Dominicana.

Decima tuvo desde siempre el sueño de escribir un libro. A los 8 o 10 años, cada vez que iba a la casa de su abuela, miraba la biblioteca que había dejado su tía y se imaginaba entre tantos autores tener uno con su nombre. En aquellos días ya empezaba a escribir cuentos cortos y poemas; más tarde, de adolescente, llegó de presentar cuentos a concursos. Después del liceo decidió estudiar comunicación y se especializó en periodismo, así que el amor por la escritura lo plasmó en algunos medios como El País, donde aún se desempeña. “Después empecé a meterme en el periodismo gastronómico, en todo lo que tuviera que ver con la cocina, en cómo comunicarla. Leí muchos materiales, miré documentales”, dice.

Antes de transformarse en este primer libro, algunos cuentos estaban escritos, a medio escribir o, por lo menos, rondaban en su cabeza hace años porque eran historias que le habían sucedido o que le habían contado otros. Sentía que era imposible publicarlos, pero se atrevió a soñar con un libro propio. Con la certeza de que nada se logra esperando con los brazos cruzados, un día, casi por impulso, imprimió tres cuentos. Los guardó en un sobre con una carta de presentación y los llevó hasta editorial Planeta. A las dos semanas, en 2021, la contactaron y empezó la nueva aventura.

La idea de incluir recetas fue de la editorial y, al principio, Decima no estuvo convencida porque no es cocinera. Sin embargo, le hicieron entender que el espíritu del libro es hablar de la cocina desde el lado emocional. “Todos podemos cocinar y en el libro hay preparaciones que pasaron de generación en generación en mi familia, se hicieron toda la vida en mi casa. No se trata de recetas profesionales, son opciones sencillas que todo el mundo puede hacer”, afirma.

Los cuentos pueden leerse en el orden que se quiera porque son independientes uno de otro, pero Decima eligió que el primero fuese el que explica cómo nació su pasión por la cocina a través del fainá de queso de su mamá. “Esa receta inauguró mi historia de amor con la cocina, es el primer vínculo emocional que tengo con ella y el primer recuerdo de cocinar con mi madre”, repasa.

En el proceso hubo muchos retos y el que más le costó fue creer en ella, animarse. Desde que la editorial aprobó su idea hasta hoy, pasaron tres años en los que transitó experiencias vitales que la conectaron mucho más consigo misma. “Me pasaron cosas de las lindas y de las tristes, pero ambas me hicieron crecer, conocerme más a mí. Hoy con el libro en la mano, siento que todo me hizo confiar más en mí y que eso se refleja también en lo que hice, en que estos cuentos tengan la terminación y la visión que tienen”, confiesa.

Pensaba que lo que mostraban las películas respecto a la hoja en blanco era toda una exageración, pero vivirlo y entenderlo fue un antes y un después en el proceso creativo. “Cuando la editorial me dijo que sí, me imaginaba levantándome todos los días a las 6 de la mañana a hacer un cafecito, escribir dos horas, después ir a trabajar y a la noche, me tomaría una horita o dos para editar lo que había hecho. Pero nada que ver. Fue un proceso mucho más desordenado. Creo que lo hace mucho más humano, más realista”, asegura.

“Hubo días en los que tuve que apagar la computadora porque no podía seguir y otros en los que con una libreta en la mano se me llenaban los ojos de lágrimas y no veía ni lo que escribía. Mostrarse un poco más roto a veces ayuda a que, en este caso, el lector se sienta más identificado con cosas simples”, añade.

Uno de los relatos que más la desafió es el que habla de violencia de género, de hecho, dudaba de si incluirlo o no porque entiende que es un tema que debe tocarse con mucho respeto. “Esa es una historia 100% real, le pasó a una compañera del liceo cuando estábamos en quinto. Cuidé mucho cada palabra y cada detalle porque es un tema que lamentablemente pasa todos los días y que está bueno ponerlo sobre la mesa con respeto”, explica.