El mensaje de la botella
Cada alimento envasado tiene una etiqueta que lo identifica y detalla su contenido. El vino no es una excepción, pero sube la apuesta y en la botella agrega otra etiqueta detrás. A esta originalidad se le agrega el mensaje que transmite. A menudo pinta un retrato del vino, describiendo su color, sus aromas y la eventual sensación en la boca. Incluso puede agregar con que platos se puede acompañar
Tal vez esta costumbre conlleva la ilusión que el consumidor leerá este relato antes de comprar el vino y que lo ayudará a decidirse. Aunque sabemos que a menudo la compra se hace, por el consejo de un amigo conocedor. Esto no pasa con las cervezas, los destilados o los yogures. Si bien la tentación de colocar un mensaje en la botella es grande y de hecho ocurren. El del vodka Absolut por ejemplo, lleva esta inscripción algo enigmática: “Una fuente. Una comunidad. Un vodka superior. Elaborado en el pueblo Ahus de Suecia. Absolut desde 1879”.
Una regla internacional
La OIV – Organización Internacional de la Vid y el Vino – fundada en 1924 y con sede en París, es un ente supra nacional que regula las normas de comercio del vino. Una de ellas indica las del etiquetado, con el fin de facilitar e igualar el comercio internacional. Ella establece que la etiqueta debe aparecer:” En un campo visual único indicando con claridad la palabra Vino, luego el nombre del productor, su país y región, además del volumen y el grado alcohólico de su contenido”. Aunque no se han emitido reglas para la etiqueta trasera, cosa que da lugar a crear leyendas muy variadas.
Si del color se trata
En una botella de tinto es posible leer: “Rojo intenso con reflejos violáceos”. Y en otra: “Color púrpura intenso con matices violáceos”. Expresado así, se debe entender que el color no es ni rojo ni púrpura, por tanto uno debe imaginarlo. En cambio, en la de un blanco de precio medio se lee: “Este Chardonnay es amarillo brillante e intenso, con tonos verdes bien marcados”. Uno se pregunta si no sería mejor simplificarla, sacando lo del verde y amarillo, para recomendar algo así: “En la copa lucirá atractivo y brillante como señal de su gran calidad”. Para los rosados no es tan necesario enfatizar en el color, ya que muchas bodegas los envasan en botellas de vidrio transparente.
Los aromas se sugieren
Los tintos comparten un aroma al que se le llama de frutas rojas. Es un término que no define, que no compromete y que saca de apuros al que redacta el mensaje. Traducido quiere decir que se trata de un vino fresco, vivo, en buen estado de salud y que no ha tenido contacto con el roble. Aunque si se trata de uno de alta gama se debe afinar la puntería. Entonces aparecen términos como aroma de moras, grosellas o frambuesas y como son frutas muy poco frecuentadas, es casi inevitable que uno quede perplejo. Y además, si bien las frutillas son rojas, se las excluyen de las descripciones, porque no hay tintos que huelan como ellas.
La boca también existe
Esta norma no escrita establece además, anunciar las sensaciones que en boca aparecerán al probar el vino en cuestión. En un Cabernet Sauvignon 2017 elegido al azar en la góndola se lee: “Equilibrado y potente, para disfrutar ahora o guardar por 4 o 5 años más”. Otros creen necesario mencionar la madurez de los taninos y resaltarlos si fueran aterciopelados o mencionar el final de boca cuando es largo y placentero, pero en este último ejemplo no fue así. Un maridaje posible también se incluye como este para un Sauvignon Blanc:”Combina muy bien con pescados, pastas con salsas lácteas y marineras, quesos de sabor muy suave y ensaladas livianas”.
Y por qué no la poesía
Para su Chardonnay de hace unos años, la bodega Ruca Malen de Mendoza, prefirió una leyenda bien diferente. No menciona ninguna de las virtudes del vino y deja que la imaginación del lector, asocie el texto a lo que va a experimentar cuando lo pruebe:”Se dice que las mujeres mapuches caminaban sin levantar la vista, por temor a enfrentar la mirada de un dios muy joven y apuesto. Pero una jovencita se atrevió a mirarlo a la cara y un relámpago la subyugó y cayó perdidamente enamorada. El joven dios conmovido, se la llevó consigo a lo alto de la montaña y la alojó en una confortable gruta llamada Ruca Malén. Allí manaba un dulce néctar que le servía de alimento y cada vez que lo bebía podía revivir todo el hechizo de la mirada que la enamoró”.
De aquí y de allá
Esta costumbre rige y se acostumbra a usarla mucho en estas latitudes del planeta. No sucede lo mismo en Francia, por mencionar a un país que en materia de vinos, ha sido y es líder desde siempre. Tal vez la razón radique en que por su larga tradición, los consumidores galos no necesitan ser informados o aconsejados desde la botella.
EDUARDO LANZA
Ingeniero Químico y experto en vinos. Su pasión lo ha llevado a visitar terruños, descubrir cepas y probar las más variadas etiquetas. Comparte su saber y anécdotas de una forma atractiva desde hace más de 20 años. Escribe y enseña con el mismo placer que degusta un vino. Nos lo cuenta en un contexto histórico y cultural, y eso también lo hace diferente.