La gastronomía es parte esencial en cualquier viaje, ya que nos conecta con el destino y su gente. En Iguazú, las tradiciones culinarias de Argentina, Brasil y Paraguay se entrelazan, ofreciendo una experiencia única que son un viaje en sí mismo y van más allá de sus famosas cataratas

Cuando viajamos, la gastronomía se convierte en una parte esencial de nuestra experiencia. Más allá de los hermosos paisajes, interesantes culturas y de las atracciones turísticas de cada destino, el descubrir la cocina local nos conectamos de manera mucho más profunda con el lugar que visitamos.

Cada plato cuenta una historia, refleja tradiciones y nos permite saborear la esencia de esa región que estamos conociendo. Así, en cada plato y bocado podemos explorar un poquito y acercarnos a ingredientes autóctonos que muchas veces desconocemos, así como también las técnicas de cocina transmitidas de generación en generación. Otro aspecto que enriquece el viaje es comprobar la creatividad que surge de la fusión de culturas.

Iguazú, en la provincia de Misiones, Argentina, no es la excepción. Este lugar es famoso por sus impresionantes cataratas, pero además de tener variados atractivos (como turismo aventura, refugios de animales o visitas a minas de piedras preciosas, por mencionar algunos), también es un punto de encuentro gastronómico en el que se entrelazan las tradiciones de Argentina, Brasil y Paraguay. La cocina local ofrece una ventana única hacia la identidad de la región, donde los sabores no solo deleitan el paladar, sino que también narran la historia de una comunidad que ha sabido aprovechar lo mejor de cada cultura vecina.

La cocina de Iguazú se convierte así en un reflejo de la rica diversidad cultural que define a la zona: desde Brasil, llegan clásicos como el pão de queijo, esas deliciosas bolitas de queso y harina de mandioca, o la caipirinha. De Paraguay, no pueden faltar delicias como el chipa guazú, un pastel a base de maíz, o el mbeyú, una especie de tortilla a base de almidón de mandioca y queso, que es un emblema de la cocina guaraní.

Por su parte, las tradiciones argentinas dominan la oferta gastronómica local, con parrilladas que presentan una variedad de cortes de carne, acompañadas por una selección de vinos que comparten la riqueza vinícola de todo el país.

La cercanía de Iguazú con la selva paranaense enriquece aún más su cocina, aportando ingredientes frescos y autóctonos como por ejemplo el palmito y los pescados de río, entre los que destaca el surubí, protagonista de muchos platos típicos. El escabeche o las empanadas de surubí son imperdibles. Otra preparación que está en casi todas las cartas de los restaurantes es el vigilante de mamón (fruta local) en almíbar con queso.

En esta cocina que desdibuja las fronteras también es común encontrar mucha mandioca frita como guarnición, o platos tales como el reviro misionero—un plato simple hecho con harina de maíz, agua y sal, que comen a cualquier hora del día—. Por supuesto que también dicen “presente” frutas que el turista muchas veces desconoce, como el mencionado mamón o la naranja apepú, un cítrico local que añade un toque refrescante a diversas recetas, sobre todo postres.

Así que ya saben, si tienen en mente visitar las majestuosas Cataratas del Iguazú, no dejen pasar la oportunidad de sumergirse también en la rica cocina que ofrece esta región. Más allá de la belleza natural, los sabores en la triple frontera son un viaje en sí mismo, en el que cada plato es un encuentro con las tradiciones y sabores que se reúnen en una misma mesa.